Locos y santos (Oscar Wilde)
Elijo a mis amigos, no por la piel o cualquier otro arquetipo,
Sino por la pupila.
Tiene que tener un brillo cuestionador y tonalidad inquietante.
A mí no me interesan los buenos de espíritu ni los malos de hábitos.
De ellos no quiero respuesta, quiero un revés.
Que me traigan dudas y angustia y aguanten lo que hay de peor
en mí.
Para eso, sólo siendo loco.
Quiero los santos, para que no duden de las diferencias y pidan
Perdón por las injusticias.
Escojo a mis amigos por el alma lavada y por la cara expuesta.
No quiero sólo hombro y COLO, quiero también su mayor alegría.
Un amigo que no se ríe con uno, tampoco sabe sufrir con uno.
Mis amigos son todos así: mitad tontería, mitad seriedad.
No quiero risas previsibles, ni llantos piadosos.
Quiero amigos serios, de aquellos que hacen de la realidad su fuente de aprendizaje, pero luchan para que la fantasía no desaparezca.
No quiero amigos adultos ni pesados.
Los quiero mitad infancia y la otra mitad vejez!
Niños, para que no olviden el valor del viento en el rostro;
y viejos, para que nunca tengan prisa.
Tengo amigos para saber quién soy.
Pues viéndolos locos y santos, bobos y serios, niños y viejos,
Nunca me olvidaré que “normalidad” es una ilusión imbécil y estéril.
En octubre fotografié al talentoso y simpático poeta Joaquín Pérez Azaústre y a su encantadora mujer María del Mar, y puedo decir que fue una boda impar. En realidad, todas tienen su brillo, pero esta tenía algo muy diferente. Las tales pupilas brillantes, cuestionadoras e inquietas recitadas por Oscar Wilde, recuerda?
La pareja, su familia y grupo de amigos, me hicieron sentir muy especial. Cuando puse el pie en la ciudad de Córdoba, España, no tenía idea de lo que se venía. Fui recibido de forma cálida, sensible e inesperada. Estas personas me hicieron sentir de forma especial. Literalmente como en casa en poco tiempo de convivencia. Muchas IGUARIAS, siesta, mimos y muchas historias interesantes, más allá de la llave, eso mismo, ellos me entregaron la llave de ciudadano honorario, aún siendo temporario. Fue muy intenso.
Pausa para las preguntas…a quién no le gusta el cariño? Quién no se quiere sentir valorado?
Fueron innúmeras sorpresas, difícil explicar cuán gentiles estas personas son y cómo valoran a aquellos que las acercan. Una boda de gente interesante, un curso intensivo de vida con duración de dos días, pero que deja aún restos en digestión dentro de mi mente y corazón.
Fotografié gente intrigante y también muy interesada. Una boda fotogénica, regada de poesía, detalles fantásticos como mesas con las características específicas de los grupos en ellas sentadas. La mía era caracterizada, la mesa de la fotografía, con placa y todo. Buena música, buen vino, sonrisas, tabaco (mucho tabaco), baile, gente alegre, personajes y caricaturas. Yo, extasiado, intentaba entender lo que pasaba por la cabeza de cada personaje mientras fotografiaba. Parecía una película. A veces en cámara lenta, otras en avance 24x. Logré acercarme más a las personas que lo habitual. Ellas, de brazos abiertos, convivieron con mis lentes sin prestarles mucha atención. Ellos me prestaban atención, pero al mismo tiempo no lo hacían. Cuando uno también se permite sentir libremente, las puertas rañen y luego se abren.
Fin de fiesta, un baño rápido en el hotel, viaje en auto hacia Sevilla, vuelo atrasado, 36 horas de viaje en la vuelta a casa y pausa para reflexión forzada. Sólo así pude entender y asimilar que la fotografía, además de terapia y profesión, es un poderoso agente de cambio. Principalmente cuando se está de corazón abierto o, en mi caso, tan cansado, que no lograba luchar contra tal aprendizaje. La fotografía también es dura y me mostró un “montón de cosas” en tan solo un par de días. Llegué a casa con algunas piezas más del rompecabezas en sus debidos lugares.
Fotografié tres bodas más después de Joaquín y María.
Como mi fotografía es un espejo de lo que soy y reflejo de mis actitudes, que yo me detenga para reflexionar y entender lo que es, es el por qué de lo que vi. Basta seguir siempre buscando la moraleja.
Moraleja: a veces, que nos traten tan bien llega a doler. Significa hacer un balance y sentirse pequeño y en la obligación de cambiar la relación con las personas. Así sigue mi evolución, como fotógrafo y como persona, pero no necesariamente en este orden.
A continuación, escenas de los próximos capítulos…..